Las versiones femeninas de un mismo producto salen más caras. El simple hecho de ponerles un color y paquete rosa encarece su precio, de manera que las mexicanas (igual que muchas mujeres de otros países) pagan más que los hombres por comprar un mismo producto.

Se establece que las mujeres representan aproximadamente el 70% de las decisiones de compra a escala mundial. Y por esto las convierte en un objetivo perfecto en las estrategias de consumo.

En México, la Ley Federal del Consumidor marca que la Profeco, Procuraduría Federal del Consumidor, debería procurar la equidad en las relaciones entre proveedores y consumidores, pero no lo está haciendo en este caso. Aunque tanto el Gobierno del país como la Profeco lo saben y lo tienen claro no hacen nada al respecto.

Actualmente un supermercado puede ofrecer una lima de uñas a un coste de 29 pesos y una lima de color rosa a de 120 pesos.

Y también disparidad de precios entre mismos productos pero en color azul para hombres (más baratos) y rosas para mujeres (mucho más caros).

Además a esto se le suma que los hombres ganan más dinero que las mujeres, por tanto, hay una discriminación doble hacia las mujeres. En México se tiene una brecha salarial de desigualdad de género del 34.2 por ciento, según datos de la Comisión para la Igualdad de Género del Senado.

El Instituto Nacional de las Mujeres encontró que a pesar de que cada vez más mujeres se han incorporado a la fuerza de trabajo, su participación económica continúa siendo menor en comparación con los hombres.

Un estudio del Departamento del Consumidor de Nueva York encontró que los productos para mujeres cuestan un 7% más que productos similares para hombres y hasta 13% más caros si hablamos de productos de cuidado personal.

No es algo exento de México, pues sucede en más países de Sudamérica, y más países del mundo, pero quizás la diferencia no es tan acusada.









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