En Constantinopla, nombre antiguo de la actual ciudad de Estambul en Turquía, nació el hammam (baño en árabe). Descendiente directo de las termas romanas se adaptó a la doctrina del Corán y a la cultura oriental. En comparación con la monumentalidad de las termas el baño islámico es urbano y su arquitectura más discreta, debido, sobre todo, a una concepción de la vida y la religión más introspectiva y a la evitación de la ostentación en todas sus construcciones. Es por este motivo por el que las grandes salas termales se sustituyen por un ambiente más sutil y sensual.

Un baño Turco o hamman combina cuatro elementos básicos: calor seco, calor húmedo, frío y masaje. Estos elementos estimulan y limpian el cuerpo además de mejorar la salud. En el interior, la primera sala se llama Camekan, una sala cuadrada con fuentecitas y pequeños camerinos individuales para cambiarse de ropa. Después del Camekan se pasa a la sala pequeña, el Sogukluk, que es la parte fría como los antiguos frigidarios de las termas romanas. La última sala es la más grande, vaporosa y caliente del baño se llama hararet y está cubierta de mármol. La temperatura es de unos 50º y la iluminación escasa, en el centro de esta sala hay una plataforma elevada de mármol, el Gobek Tasi, en castellano la piedra de panza. Está justamente encima de los hornos que sirven para calentar el hammam. Después de haber permanecido durante unos 15 minutos entre vapores el bañista pasa a la sala anterior se ducha y descansa. Vuelve a la estancia principal donde se tumba para recibir un masaje fortísimo o para que le froten con un guante duro o Kese. Tellak es el hombre que se encarga de dar los masajes y frotar la piel del bañista con el kese. Finalmente, en la estancia de relax, se tumba entre cojines, a veces después de ser bañada en perfume y disfruta de un té a la menta y de una sensación de bienestar extrema.

El hammam es, fundamentalmente, un baño público, un lugar de encuentro para los árabes. En él, no sólo, se consiguen los beneficiosos efectos del vapor para la salud, sino que además es un momento para el esparcimiento y la diversión y, ¿por qué no?, para los negocios.

Las propiedades de los baños de vapor son de sobra conocidas, desde mascarillas para que la piel quede limpia y aterciopelada hasta una, maravillosa, cura de desintoxicación para el cuerpo, porque con el calor se abren los poros y al sudar se eliminan toxinas. El efecto relajante es, también, importantísimo consiguiendo una sensación de bienestar increíble. El vapor está indicado, así mismo, para los adolescentes con acné y para los hombres ya que, al alisar y suavizar la piel, les permite afeitarse mejor. El hammam es, además, muy adecuado para el tratamiento de las enfermedades respiratorias.

Los baños de vapor están contraindicados para las personas con dermatitis, problemas de vasodilatación o de tensión.

No hay que confundir el hammam con la sauna porque son diferentes, aunque ambos tratamientos utilizan el calor, el del hamman es húmedo aportando con ello unos beneficios añadidos para la salud y un efecto mucho más relajante.

Después de este, increíble, recorrido por el hammam... ¡Atrévete a conocerlo!









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